Los
cambios que ha afrontado el sector azucarero colombiano en los últimos años han representado un avance y una consolidación de esta agroindustria en los ámbitos local, nacional e internacional. Es esto lo que sin duda caracteriza a este sector agroindustrial como un complejo productivo
en transición, el cual viene trabajando en la misma dirección y a la par de las transformaciones que ha dado la actividad azucarera en el mundo, afianzando de esta manera un sector progresivamente menos dependiente del azúcar y más integrado a otros procesos productivos que giran en torno a la ya conocida
zona de agricultura especializada en caña de clase mundial.
Es así como los ingenios se enfocaron en agregar valor a sus productos y ampliaron su portafolio para diversificar el riesgo de concentrarse en un solo producto, logrando mitigar el impacto de las oscilaciones y distorsiones de los precios internacionales del azúcar. Surgieron proyectos como el de cogeneración de energía a partir del bagazo de caña, el alcohol carburante a partir de los jugos de la caña de azúcar y de las melazas, los abonos agrícolas resultantes de los procesos de molienda, y los productos orgánicos y diversas preparaciones alimenticias elaboradas en los mismos ingenios.
Toda esta evolución, enmarcada dentro de la filosofía de desarrollo sostenible, que tiene como pilares fundamentales la rentabilidad económica, la responsabilidad social y la ecoeficiencia, ha dado como resultado una agroindustria en transición, moderna y con amplias perspectivas de mantener su dinamismo y su valor para la región y el país en general.
BALANCE SOCIAL
Durante los más de cien años de consolidación y tradición de la agroindustria azucarera colombiana, es destacable el papel que la misma ha jugado como un componente clave de la estabilidad socioeconómica
de la región. El hecho de que ésta sea una industria fundada sobre bases sostenibles, con 11 ingenios que responden por el 97% de la producción y operan desde hace más de 60 años, ha requerido de la construcción de un gran tejido social, por cuanto varias de las poblaciones de la región se fundaron alrededor de la actividad azucarera y por tanto su historia está ligada al desarrollo del sector.
Los resultados son notorios: en los departamentos que representan el 98% del área sembrada en caña para azúcar (Valle del Cauca 80% y Cauca 18%), se observa que los municipios con mayor influencia del sector agroindustrial azucarero son los que tienen la menor proporción de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) de la región y del promedio nacional. En el departamento del Valle del Cauca, en los 28 municipios donde hay presencia del sector azucarero, el índice promedio llega a 27.5%, mientras que el promedio del departamento es de 28.8%, sin tener en cuenta la capital (Cali).[1] En el departamento del Cauca los municipios con actividad agroindustrial azucarera registran un índice NBI de 44%, mientras que el promedio del resto de municipios, sin tener en cuenta la capital (Popayán), supera el 70%, habiendo casos de municipios con un índice prácticamente igual a 100% (ver Gráfica 1).
Cabe mencionar, además, que los ingresos de la mayoría de municipios donde está asentada la agroindustria azucarera dependen en gran medida de los impuestos pagados por los ingenios, aparte de los ingresos derivados por el pago de impuesto predial por parte de los proveedores de caña. Por ejemplo, en el departamento del Valle del Cauca, existen cinco municipios en los cuales el impuesto de industria y comercio pagado por los ingenios representó más del 60% de sus ingresos por este concepto en el año 2003.[2] En el total de ingresos tributarios de dichos municipios los ingenios representaron más del 20%, teniendo en cuenta que en esta cifra no se incluye lo pagado por los cañicultores por concepto de impuesto predial, con lo cual la proporción podría ser del doble o mucho más en algunas poblaciones. En el departamento del Cauca, tres de siete municipios con influencia del sector reciben más de la mitad de sus ingresos tributarios de parte de los ingenios, sin tener en cuenta el predial pagado por los cañicultores de la región.
Por todo esto, el sector azucarero ha sido un factor de apoyo para la estabilidad política y de seguridad de la región, evitando una mayor intromisión de las actividades ilegales en el valle geográfico del río Cauca.[3] En el mapa adjunto se observa que esta región está prácticamente cercada por los diferentes grupos ilegales existentes en el país, aun cuando ha logrado mantenerse relativamente libre de su acción. Esto demuestra de manera fehaciente la importancia de mantener actividades productivas rentables en zonas agrícolas, que apoyen los esfuerzos crecientes que realiza el gobierno nacional a través de su política de seguridad. Porque si bien tal política ha sido efectiva en mejorar los indicadores de seguridad del país, su viabilidad en el largo plazo depende, entre otros factores, del fortalecimiento de actividades productivas que conserven el empleo y el bienestar de las distintas poblaciones del país.
Empleo
Los ingenios azucareros, en conjunto con los cultivadores de caña, generaron en el año 2004 más de 36,000 empleos directos, distribuidos entre profesionales, tecnólogos, técnicos, auxiliares, operarios calificados y corteros de caña. De esta cantidad, el 31% pertenece a la nómina directa de los ingenios; el 33% es contratado a través de cien Cooperativas de Trabajo Asociado que de manera solidaria con los ingenios responden por la seguridad social de los trabajadores; el 23% es contratado por los cultivadores de caña para atender labores de campo; el 11% corresponde a contratistas independientes que realizan trabajos de distinta índole; y el 2% restante a trabajadores con contrato sindical empleados por sindicatos adscritos a las confederaciones colombianas de trabajadores.
A partir de estos 36,000 empleos se crean adicionalmente unos 216,000 empleos indirectos, en actividades que realizan proveedores de bienes y servicios, clientes de los ingenios y otras empresas que
interactúan con los mismos en diferentes subsectores (transporte, financiero, comercial, logística, alimentos, licores, sucroquímica, papel, artes gráficas, energía, agroquímicos, investigación, gremios, combustibles, etc).
Los ingenios azucareros se han preocupado constantemente por mantener la estabilidad y bienestar de dichos trabajadores, como se puede apreciar a continuación:
• Los empleados contratados directamente por los ingenios tienen un promedio de antigüedad en sus empleos de 21 años; el 80% de ellos cuenta con vivienda propia, financiada en buena parte por los mismos ingenios que a 2004 tenían un saldo de préstamos a sus empleados para vivienda de $2,200 millones (US$855,000)[4]
• Como política sectorial, sólo se contratan trabajadores de 18 años en adelante (mayoría de edad en Colombia), aun cuando la ley permite hacerlo a partir de los 14 años, cumpliendo los requisitos y procedimientos de ley conformes con las normas de la OIT.
• Los trabajadores de nómina de los ingenios y los trabajadores empleados a través de los sindicatos y las Cooperativas de Trabajo Asociado reciben en promedio 4.5 y 2.5 veces el ingreso mínimo anual legal en Colombia, respectivamente.
• El número de trabajadores sindicalizados en 2004 superó los 8,000 empleados, o sea el 73% del total de trabajadores de nómina de los ingenios.
• El aporte para educación y capacitación de los trabajadores y sus hijos sumó más de $1,000 millones en 2004 (US$438,000).
• Entre 2003 y 2004 el valor promedio gastado por los ingenios en elementos de trabajo y protección de los empleados fue de $2,400 millones (US$900,000).
Derechos humanos y laborales
En el año 2004 se hizo una exhaustiva revisión del tema de los derechos humanos y laborales en el sector azucarero colombiano, con el fin de verificar prácticas en este campo y revisar de manera conjunta si existían denuncias o experiencias negativas al respecto en la región andina.
Se revisaron minuciosamente informes y denuncias de los últimos diez años de la OIT y organizaciones no gubernamentales tales como Amnistía Internacional; Human Rights Watch; Labor Rights Now; International Federation of Chemical, Energy, Mine and General Worker’s Unions (ICEM); Peace Brigades International; The International Labor Rights Fund y la Organización Cactus, encargadas de velar por el cumplimiento de los derechos laborales y sindicales en Colombia, Ecuador y Perú. No se encontró ninguna denuncia contra productores azucareros de estos países.
Por el contrario, en el caso de Colombia un informe elaborado en mayo de 2004 por la OIT,[5] que recogió las lecciones laborales positivas de siete casos colombianos, tomó como ejemplo a dos de los ingenios azucareros de Colombia: Incauca S.A. y Mayagüez S.A.
Para el Ingenio Mayagüez, el informe resaltó los siguientes aspectos:
• La importancia del bienestar social: el ingenio cumple una función de prevención del conflicto y su acción abarca no sólo a sus trabajadores sino también la relación con los habitantes de su zona de influencia. La empresa desarrolla diversas actividades de bienestar laboral y comunitario que, unidas a la sólida relación existente con el sindicato, han generado vínculos estrechos con la comunidad y afianzado las relaciones laborales, lo que les ha permitido operar sin dificultades en una zona en la que existe una fuerte presencia insurgente.
• Los contratos sindicales: esta modalidad se constituye en una opción muy importante dentro de los esquemas de subcontratación a que se acude en virtud del fenómeno de la tercerización. Contribuye a la generación de empleo, da una nueva dinámica a la actividad sindical, contribuye a contener su retroceso numérico, a superar su modo tradicional de obrar consistente en función meramente reivindicativa, y a sortear crisis financieras de los sindicatos. Se consideró un complemento a la convención colectiva de trabajo, y un instrumento de defensa y de protección de los trabajadores, previsto en la ley y que no contradice la razón de ser de los sindicatos.
En el caso de Incauca se destacaron los siguientes aspectos:
• El peso de la historia: la relación de Incauca con sus trabajadores es tranquila, construida
durante muchos años, después de haber pasado por altos niveles de conflictividad. El recuerdo de los costos de esos conflictos ha sido un referente que está presente en los actores, lo que les permite evitar repetir dichos antecedentes negativos.
• La inversión regional: Incauca ha desarrollado planes de inversión regional que legitiman la presencia de la empresa en la región y se convierten en un dique de contención frente a las eventuales interferencias que pudieren hacer los actores armados que hacen presencia en la zona.
Tales lecciones, tomadas del informe de la OIT, si bien tuvieron como ejemplo a dos ingenios azucareros
del país, bien podrían extraerse de las experiencias laborales de los demás ingenios, en la medida en que éstos tienen relaciones laborales donde ha primado el bienestar general de la agroindustria, con líderes sindicales y empresariales que comparten el concepto de que ésta es una industria con sólidos fundamentos y estructurada con una visión de largo plazo.
Responsabilidad social
Desde sus inicios, los ingenios azucareros fueron conscientes de su responsabilidad con el entorno donde basaron su actividad. En la historia reciente, el sector no ha sido ajeno a tal responsabilidad y, desde diferentes enfoques, ha impulsado el desarrollo de sus trabajadores y de su zona de influencia. Primero con un enfoque asistencial y, posteriormente, con una orientación promocional más efectiva.
La etapa asistencial se caracterizó por enfocarse hacia la construcción o mantenimiento de obras para las comunidades del área de influencia de los ingenios, ya fuera directamente por los ingenios como se hizo desde los mismos inicios de la agroindustria azucarera, o a través de
asocaña, como empezó a hacerse desde la década de los setenta y con mayor fuerza a finales de los años ochenta.
Justamente en 1987 el gobierno nacional lanzó el Plan Nacional de Rehabilitación (PNR), el cual buscaba sacar del atraso a muchas regiones del país con coberturas muy bajas en educación, salud y obras públicas, requiriendo el apoyo del sector privado para su realización. En el Valle del Cauca el sector azucarero respondió a dicha iniciativa oficial y decidió que, en lugar de solamente aportar recursos de manera pasiva para los distintos proyectos, se encargaría de su ejecución y entrega a las comunidades beneficiadas en la región.
De esta manera, y con la coordinación de
asocaña, se dedicaron funcionarios de tiempo completo a las labores de determinación de las necesidades más urgentes de las zonas de influencia de los ingenios, con el fin de contratar obras de interés social y entregarlas a las comunidades. En este período se aportó al mantenimiento, construcción y mejora de acueductos, vías, escuelas, iglesias y parques de recreación la suma de $12,000 millones en valores de 2004 (US$ 4.4 millones).
Las acciones se enfocaron inicialmente hacia la deprimida región del norte del departamento del Cauca, cubriendo diez municipios de la zona: Toribío, Corinto, Santander de Quilichao, Caldono, Buenos Aires, Jambaló, Padilla, Puerto Tejada, Caloto y Miranda. Posteriormente se extendieron a otros municipios con influencia de la industria azucarera en los departamentos del Valle, Risaralda y Caldas: Bolívar, Bugalagrande, Candelaria, El Cerrito, Florida, Ginebra, Guacarí, Palmira, Pradera, Roldanillo, Tuluá, Vijes, Zarzal, Viterbo, Balboa y La Virginia.
Entre los aportes más importantes incluidos en el apoyo al PNR se destacaron:
• Agua potable: se construyeron los acueductos de Miranda, Padilla, Corinto, Puerto Tejada y La Virginia.
• Electricidad: se aportaron las obras para la electrificación de cinco corregimientos pertenecientes al municipio de Caloto y un corregimiento de Santander de Quilichao.
• Recreación: se construyó la Unidad Recreativa de Puerto Tejada.
• Conservación del agua: se constituyó el fondo de contrapartida FES-
asocaña con el fin de preservar la cuenca hidrográfica del río Desbaratado, programa que sirvió de impulso para muchos de los que en la actualidad existen con el mismo objetivo.
• Proyectos Especiales: adicional a los proyectos ya mencionados, se realizó la reparación y dotación de 154 escuelas, 3 hospitales, 8 puestos de salud, 5 puentes peatonales, 2 acueductos veredales, 5 casetas comunales y 1 resguardo indígena en el norte del Cauca.
Posterior a la etapa de apoyo al PNR, el sector azucarero decidió por su propia iniciativa realizar aportes a proyectos de alto impacto social entre 1989 y 1992, que incluyeron el mantenimiento, dotación y mejoramiento de 17 puestos de salud y 235 escuelas de la región.
En el mismo período contribuyó con la construcción de la Clínica Valle del Lili en Cali, el Parque del Azúcar en Palmira, los toboganes del Parque del Café en Pereira, la sala de neurocirugía del Hospital Universitario del Valle y la restauración del Palacio Arzobispal en Cali; realizó aportes a la Fundación de Juventudes Rurales para programas de desarrollo rural, a Fundaempresa para promover la creación de empresas y para la fundación de Colfuturo, entidad que promueve la educación en el exterior.
Cabe destacar también el gran aporte realizado por las fundaciones creadas por los ingenios con el propósito de apoyar actividades en pro de la niñez, la juventud, la vejez, la clase laboral, y las microempresas de la región, así como la concesión de miles de becas a talentos regionales y el apoyo a cientos de familias de la región. Algunos de entre tantos aportes que se destacan, son: el Centro Parroquial Nuestra Señora del Rosario construido en Cali en los años sesenta; los complejos residenciales
contiguos a la mayoría de ingenios de la región; el Museo de la Caña de Azúcar en 1981 en predios de la hacienda colonial de Piedechinche; el Parque de la Caña de Azúcar de Cali en 1983, construido con aportes del municipio y de los ingenios azucareros; apoyo al funcionamiento de parques de recreación en los municipios de Florida, Candelaria y La Paila; la reconstrucción de la Torre del Reloj, símbolo de Popayán, luego de su destrucción por el fatal terremoto de 1985; el apoyo a la creación de microempresas familiares para damnificados de la erupción del volcán Galeras del Nevado del Ruiz en el año 1985; y la promoción de programas de bienestar para los trabajadores y sus familias a través del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF).
Posterior a la época donde la mayoría de los recursos aportados a proyectos de impacto social se canalizaban a través de
asocaña, la agroindustria azucarera dio paso al enfoque promocional, en el cual se consideró que dichos aportes tendrían más impacto al realizarse por dos vías diferentes: una, donde los ingenios seguían aportando de manera directa a proyectos de interés de su área de influencia, con el fin de mantener una estrecha relación con la comunidad y mejorar su conocimiento y relación con su propio entorno; y la otra vía, por aportes a través de
asocaña, pero ya no para ser ejecutados por la asociación, sino para que ésta coordinara el destino de dichos aportes hacia iniciativas desarrolladas con
entidades especializadas en labores sociales, las cuales estimulan y financian a las comunidades para que sean ellas quienes se encarguen de promover y llevar a cabo sus propios proyectos de desarrollo.
Vallenpaz
Uno de los ejemplos más sobresalientes de este enfoque ha sido el apoyo a las iniciativas de Vallenpaz.[6] Uno de sus programas consiste en la atención integral a familias campesinas afectadas por el conflicto armado en las cuencas hidrográficas del Valle del Cauca. Adicionalmente, los ingenios cofinancian junto con la USAID[7] el componente rural del proyecto “Justicia Restaurativa, Coexistencia y Paz en Colombia”, orientado al fortalecimiento de la democracia participativa, la justicia social, la contención del conflicto armado, la construcción de capital social y la búsqueda de la paz en zonas críticas
del conflicto. Ambos proyectos han demandado recursos de parte de los ingenios por un valor de $ 2,360 millones (US$ 897,000).
Cabe resaltar en el trabajo con Vallenpaz el componente de atención integral a familias campesinas afectadas por el conflicto armado en las cuencas de los ríos Bolo, Frayle, Desbaratado y Palo, en donde se trabaja para prevenir su desplazamiento, con el apoyo de las Asociaciones de Usuarios de los ríos. La estrategia se orienta al desarrollo de proyectos de producción agrícola y pecuaria en forma orgánica para el consumo familiar (seguridad alimentaria) y generación de excedentes para el mercado local, además de un componente ambiental de protección de la capa forestal de la cuenca de los ríos de la zona.
Red Educativa Azucarera
Los ingenios azucareros sostienen escuelas y colegios de manera directa, beneficiando a más de 5,000 alumnos de la región; con el fin de unir el complejo educativo formado, se desarrolló la Red Educativa Azucarera en una alianza entre jefes de calidad de los ingenios y los rectores y profesores de los planteles a fin de llevar la excelencia educacional a esas instituciones. De esta manera se estructuró para esta Red el proyecto Líderes siglo XXI, el cual busca que empresas con sistemas de calidad implementados aporten su experiencia en este campo y asesoren a las instituciones educativas, con el fin de que éstas diseñen su propio sistema de calidad y contribuyan al mejoramiento continuo de la educación. Además del aporte económico en este frente, hay que destacar la participación de los funcionarios de los ingenios que se involucran en la capacitación de los colegios y en el seguimiento a este proceso.
Bienestar Social
asocaña estructuró el Departamento de Desarrollo Social en 1991, con el fin de coordinar acciones entre los ingenios mediante comités especializados en las áreas laboral, salud ocupacional, bienestar, desarrollo humano y seguridad.
El Comité de Bienestar, integrado por las Asistentes Sociales de los ingenios, impulsa acciones de beneficio general a los trabajadores azucareros, sus familias y las comunidades del entorno. En la actualidad se adelanta con el Sena un programa para capacitación por competencias laborales, modelo innovador en la formación para el empleo. Con este fin se han formado 40 auditores e impartido formación por Competencias Laborales a cerca de 700 operarios en el proceso de elaboración del azúcar.
Con la Universidad del Valle se han dictado en los últimos años dos cursos de Alta Gerencia y otros dos de la misma categoría con la Universidad Icesi. Más de un centenar de ejecutivos se han beneficiado de estas especializaciones.
Como una labor que busca acercar a los trabajadores del sector se abrieron espacios de recreación conjuntos para ellos, coordinados por
asocaña, como las Olimpiadas Azucareras, torneos deportivos y jornadas de bienestar. De la misma forma, se realiza cada año desde hace trece el concurso de pintura infantil en el Parque del Azúcar de Palmira donde participan los hijos de los trabajadores; con los mejores trabajos se realiza el calendario anual del sector. Otro evento en el que participan anualmente hijos de trabajadores es el Festival de Cometas organizado también por
asocaña en el Parque Carlos Sarmiento de Tuluá.
Igualmente, los ingenios realizan aportes anuales importantes a actividades culturales representativas de la región como el Festival Mono Núñez de música andina, que se celebra en Ginebra (Valle); a Proartes para el Festival del Arte en Cali; y al Festival de Música Religiosa en Popayán. Ha hecho aportes, asimismo, a la Orquesta Sinfónica del Valle.
Son innumerables los proyectos de carácter social, cultural o de educación en los que se han involucrado los ingenios, sus fundaciones o los mismos a través de
asocaña, puesto que son más de cien años de historia azucarera, más de 36,000 personas vinculadas de manera directa, más de 216,000 personas involucradas de manera indirecta y más de 30 municipios y decenas de corregimientos interactuando alrededor de un complejo productivo que se ha convertido en parte fundamental del diario vivir de la región y en la base de su estabilidad socioeconómica.
¿HACIA DÓNDE VAMOS?
Haber llegado a representar un factor tan importante de estabilidad para la región ha requerido de sólidas bases que fundamenten la actividad azucarera, con el fin de que ésta sea sostenible en el tiempo. En tal sentido, es vital el papel que ha jugado el hecho de contar con una estructura institucional que le permite continuidad a la visión de largo plazo del sector y un centro de investigación de reconocimiento mundial que ha incidido para que la actividad ostente los índices de productividad azucarera más altos del mundo y costos por debajo del promedio mundial. A su vez, la visión de largo plazo sobre la cual se asienta el sector le ha permitido anticiparse a tendencias internacionales y abrir frentes de negocios alrededor de la misma actividad, tales como biocombustibles, energía, biopolímeros, productos orgánicos y productos con mayor elaboración, sin perder de vista la búsqueda de acceso a mercados internacionales.
Nuevos Negocios
Alcohol
Carburante
Con base en la normatividad que exige oxigenar las gasolinas del país desde finales de 2005 con alcohol carburante, se incursionó en la fabricación de dicho biocombustible a partir de la fermentación de jugos provenientes de la molienda de la caña de azúcar. Ya existen en montaje cinco destilerías anexas a los ingenios que requirieron una inversión cercana a los US$100 millones y se encuentran en estudio otros proyectos adicionales, aprovechando la infraestructura que hoy en día se emplea para la producción de azúcar.
No vale la pena mencionar en este análisis los pormenores del programa nacional de oxigenación que se detallan en el análisis coyuntural. Sin embargo, son destacables las amplias posibilidades de este mercado, tanto en el orden nacional como en el internacional.
En el frente nacional, una mezcla del 10% de etanol en las gasolinas que consumen las plantas mayoristas de las principales ciudades del país, como lo ordena la reglamentación actual, representaría una demanda de 36 millones de litros mensuales a finales de 2006. Si se hiciera extensivo el programa a todo el país, la demanda aumentaría 20%, a unos 43 millones de litros al mes; crecería fuertemente además si la mezcla llegara a porcentajes mayores, como en Brasil, donde ha llegado hasta el 25% (ver Gráfica 2). Si bien niveles superiores al de la obligación actual podrían exigir ajustes técnicos a vehículos de modelos antiguos, se trata de un escenario futuro probable, en la medida en que cada día son más los países que avanzan en esa dirección, con el fin de reducir las emisiones de contaminación vehiculares, disminuir la dependencia de los combustibles no renovables que presentan una situación tan incierta y generar alternativas para distintos productos agrícolas.
Para Colombia tiene especial importancia el poder reducir la dependencia de fuentes energéticas no renovables si se considera que la producción de petróleo del país ha caído de 850,000 barriles por día a finales de 1998, hasta un poco más de 500,000 barriles por día a finales de 2004, y no aparecen todavía
los nuevos yacimientos petroleros que pudieran subsanar esta situación.[8] La entrada de biocombustibles como el etanol, en la medida en que reemplaza una parte de la gasolina usada actualmente, puede, además, generar divisas para el país al permitir su exportación, o ahorrar divisas en el evento de una situación de escasez de gasolina o de altos precios internacionales de la misma.
Relevante también es el hecho de que el etanol sea una alternativa para reducir la dependencia de mercados agrícolas internacionales distorsionados, como el del azúcar, o apoyar el desarrollo de diversos productos agrícolas con los cuales se puede producir. De hecho, en la actualidad hay estudios bien adelantados sobre proyectos a partir de caña panelera en Santander, de remolacha en Boyacá y de yuca en la Costa Atlántica.
En el mercado internacional la oxigenación con biocombustibles viene cobrando cada vez más relevancia por la necesidad de reducir la dependencia del petróleo en la medida en que su producción se concentra en países con tradición de conflictos locales e internacionales. Si a esto se suma la coyuntura actual del mercado internacional del petróleo, con precios en 2004 superiores en 30% a los de 2003, que a su vez habían sido mayores en 20% a los de 2002, no es de extrañar que se hayan acelerado cambios en el mundo en materia de biocombustibles.
La Unión Europea planea llegar a una mezcla de biocombustibles (bio-diesel y bio-etanol) en la gasolina de 5.75% en 2010, lo cual implicaría una demanda cercana a los 15,000 millones de litros de etanol en el año 2012.[9] En el caso de Japón, Corea del Sur y Taiwán, su demanda de alcohol carburante, dados los programas de oxigenación de esos países, llegaría a 1,000 millones de litros anuales.[10] Estados Unidos, por su parte, acaba de aprobar su Energy Bill, que estimula en los próximos años el uso de biocombustibles como el etanol y prohíbe a partir de 2014 el uso de MTBE, un oxigenante derivado de hidrocarburos. Con base en esta ley, se espera que la demanda de etanol en ese país llegue a 18,000 millones de litros en el año 2012,[11] frente a cerca de 10,000 millones consumidos en 2003, tal como se observa en la Gráfica 3.
Al panorama anterior se suman los demás países que avanzan en la misma dirección, como Australia, India, Pakistán y muchos otros que adelantan programas de oxigenación de gasolinas con biocombustibles. Pero, además, desde el año 2002 surgió una nueva oportunidad para este tipo de combustibles, y es la que brindan los llamados flex-fuel cars, que funcionan con un 100% de etanol o con cualquier mezcla entre etanol y gasolina. En Brasil, las ventas de dichos carros han tenido un crecimiento gigantesco desde el inicio de su comercialización; en 2004 las ventas llegaron a cerca de 330,000 unidades frente a unas 95,000 unidades vendidas en 2003, un crecimiento de 247%. Hay que tener en cuenta que, por ahora, esto no ha significado un crecimiento importante del consumo de etanol, por cuanto el volumen de ventas fue similar a la cantidad de carros que salieron de circulación en 2004 y que funcionaban exclusivamente con alcohol; modelos que provenían de la época del programa “Proalcool” de los años setenta y ochenta en Brasil, cuando la mayoría de vehículos en ese país funcionaban exclusivamente a partir de etanol. Sin embargo, lo relevante es la fuerte tendencia de crecimiento de este mercado, que se constituye además en una experiencia exitosa que puede ser replicada en otros países del mundo.
Energía
De otra parte, los ingenios continúan empeñados en aprovechar la biomasa resultante de la actividad agroindustrial; en la actualidad el bagazo, por ejemplo, además del uso que tiene como insumo para la producción de papel, es usado para generar 65 MW de energía que se emplean en las labores operativas de los ingenios y 15 MW adicionales que se comercializan en el mercado hoy en día.
Pero, por otro lado, existe un potencial de cogeneración con los excedentes de bagazos actuales y usando el 30% de los residuos de cosecha, que llega a por lo menos 170 MW; esto traería un beneficio ambiental por el uso de un combustible renovable con menor emisión contaminante que un hidrocarburo, además de un beneficio por el aumento de la oferta energética de la región.
Hasta la fecha dicho potencial no se ha utilizado en la medida en que la generación de energía a partir de biomasa es más costosa que la de otras formas de generación tradicional. Sin embargo, la activación del Protocolo de Kyoto abre oportunidades interesantes, luego de la ratificación de Rusia en febrero de 2005. Colombia, que hace parte de él, puede presentar proyectos que cumplan con los requisitos de disminución de la contaminación atmosférica, y el de generación de energía a partir de biomasa es uno de ellos. Esto brinda la posibilidad de ingresos adicionales por la venta de Certificados de Reducción de Emisiones (CRES) en el mercado internacional.
Productos
orgánicos y bienes con mayor grado de elaboración
De otra parte, se ha incursionado en la elaboración de productos orgánicos, como azúcar para consumo humano y melaza para alimentación animal. Si bien estos productos van destinados a un nicho de mercado muy específico, y no representan más del 1% de la producción de azúcar del país, también es cierto que son mercados con un interesante potencial por desarrollar.
En adición a los productos orgánicos, se ha montado en tres ingenios la infraestructura necesaria para la elaboración de diversas preparaciones alimenticias producidas a partir de azúcar, con destino unas a la fabricación de alimentos concentrados para animales, y otras a la fabricación de alimentos más elaborados para consumo humano.
Mercado Internacional
En los últimos años se ha dado una proliferación de acuerdos de libre comercio tanto entre bloques comerciales como de manera bilateral, como lo que ha venido ocurriendo con Estados Unidos luego del fracaso de las negociaciones del ALCA. Dichos acuerdos han sido más bien tímidos en el tema azucarero; en el TLC entre Estados Unidos y Australia, por ejemplo, fue excluido; en otros acuerdos su liberación quedó supeditada a normas restrictivas, bien sea mediante el establecimiento de cuotas mínimas o mediante requisitos de comercio que en la práctica impiden o restringen a un mínimo el acceso real del azúcar entre los países, como pasó entre Estados Unidos con Chile, Singapur y CAFTA(DR);[12] o con esquemas de desgravación de muy largo plazo y con bajos recortes arancelarios como el de China-ASEAN.[13]
Sin embargo y aunque el azúcar es uno de los productos más protegidos en el mundo, recientes sucesos vienen dando señales que hacen factible que en el mediano plazo se tomen medidas que tornen más equitativo el comercio mundial de azúcar.
Uno de dichos acontecimientos es el fallo del Órgano de Apelación de la OMC, que confirmó la decisión en contra de los subsidios a la exportación que la Unión Europea otorga al azúcar de la India y de los países ACP y al azúcar que exportan los miembros de la Unión Europea por medio de la llamada cuota C. Dicho fallo, producto de una demanda presentada por Brasil, Australia y Tailandia, concluye básicamente que la UE sobrepasa los límites de subsidios permitidos por sus compromisos ante la OMC. Esto podría traer como consecuencia una reducción de cerca de 4.3 millones de toneladas de exportaciones de azúcar de la UE, puesto que sus países miembros podrían dejar de exportar 2.7 millones de toneladas de azúcar de remolacha de la llamada Cuota C, al igual que 1.6 millones de toneladas de azúcar de caña que exportaban tras importarlas de India y de sus ex colonias de África, Caribe y el Pacífico (ACP).
Por otro lado, la ley agrícola de los Estados Unidos (Farm Bill), que otorga amplios subsidios y ayudas internas a la producción agrícola de ese país, deberá ser revisada en el año 2006, en medio de discusiones que seguramente girarán alrededor de la capacidad fiscal de dicho país, teniendo en cuenta que se estima que su déficit fiscal en 2005 será de US$785,000 millones (6.3% del PIB) y de US$805,000 millones (6.2% del PIB) en 2006, luego de registrar superávit superiores al 1.5% antes de 2001,[14] como se aprecia en la Gráfica 4.
Esto implicaría, probablemente, reducciones en las ayudas internas a los productos que dicha ley beneficia. Otro elemento que presionará decisiones favorables a la eliminación de distorsiones en Estados Unidos es el fallo de la OMC en su contra por sus subsidios al algodón.
Si bien el programa azucarero estadounidense no tiene un alto costo fiscal para Estados Unidos, por cuanto su protección se basa principalmente en altos aranceles y cuotas de producción y comercialización,
las anteriores señales seguramente implicarán la revisión de dicho programa como parte del paquete agrícola completo. En ese escenario, al que se agrega un posible cambio en la política azucarera europea, como se mencionó anteriormente, será muy difícil para Estados Unidos seguir argumentando que como la Unión Europea no hace cambios a sus políticas internas de protección, no le es posible desmontar o al menos reducir sustancialmente sus ayudas internas y su programa de protección al azúcar.
Hay que tener en cuenta que, de cualquier forma, estos cambios no se darán en el corto plazo y que, por ahora, es imperativo buscar mejorar el acceso del azúcar colombiano a mercados preferenciales. En ese sentido, juegan un papel fundamental la consolidación y estabilidad de las reglas de juego y el comercio con los países andinos, al igual que la oportunidad del TLC con Estados Unidos de mejorar el acceso del azúcar colombiano a dicho país, el cual hoy en día representa menos del 2% de las exportaciones de azúcar de Colombia y el 2% de la cuota de importaciones de azúcar de Estados Unidos.
Se esperan entonces cambios graduales en las políticas azucareras de los países desarrollados, que de una manera u otra favorecerán las condiciones del mercado azucarero internacional. El sector azucarero colombiano se viene preparando desde hace muchos años para enfrentar el reto de competir en mercados abiertos, en condiciones equitativas y en ausencia de subsidios y ayudas que distorsionen los precios mundiales del azúcar, y para aprovechar además las posibilidades de mayor acceso a Estados Unidos, con el fin de asegurar la sostenibilidad de una agroindustria clave para la estabilidad económica y social de la región y el país.
Agenda Interna: Estrategia de Internacionalización
A raíz de la negociación del TLC con Estados Unidos, el gobierno lanzó una iniciativa llamada“Agenda Interna”, que tiene como objetivo coordinar esfuerzos entre la Nación, los departamentos, el sector privado, los actores políticos y la sociedad civil, para construir acciones estratégicas que se deban realizar en el corto, mediano y largo plazo, de tal manera que se mejoren la productividad y competitividad del país y su aparato productivo.
En este sentido se adelantan trabajos sectoriales y regionales en diversos frentes, como infraestructura, ciencia y tecnología, educación y formación de capital humano, Pymes, medio ambiente y aspectos institucionales (trámites, defensa judicial, contratación, regulación y control, estabilidad jurídica y desarrollo de instituciones).
El sector azucarero colombiano participa a través de
asocaña en la construcción de la agenda regional y en otros grupos de trabajo de orden nacional con el fin de aportar a un proceso que deberá ser la hoja de ruta sobre la cual se base el país para mejorar su competitividad en los nuevos escenarios internacionales. En este sentido, es de vital importancia la aprobación y puesta en marcha de diversos proyectos estructurales que organicen la economía colombiana, de tal manera que se evite la constante presión fiscal que no permite el apoyo estatal decidido a las actividades productivas y en especial a las agrícolas, las cuales representan un componente fundamental de la política de seguridad del país.
Pero, por otro lado, además de las obras de infraestructura y los proyectos necesarios para mejorar la competitividad y las finanzas del país, se debe hacer un análisis muy juicioso sobre las implicaciones para el sector agrícola de mantener una tendencia revaluacionista de la tasa de cambio nominal durante largo tiempo, como ha sucedido desde finales de 2003, época en que la Tasa Representativa del Mercado (TRM) era superior a $2,800 por dólar, hasta diciembre de 2004 cuando llegó a $2,389, una revaluación nominal cercana al 15%. Igual situación ha ocurrido en lo que va de 2005, sin observarse señales en sentido contrario ni políticas decididas del gobierno o el Banco de la República para revertir la situación; es más, diversos organismos oficiales y algunos analistas privados mencionan insistentemente, de manera equivocada a nuestro modo de ver, que no hay lugar para la preocupación.
Aunque los indicadores del Banco de la República pueden generar esa sensación de tranquilidad, cabe tener en cuenta que dichas cifras usan como base el año 1994, justo en medio de una época en la que se experimentó una fuerte revaluación frente a años anteriores. Pero independientemente de la discusión
sobre el año base y sobre si se está por debajo o encima de un índice de paridad de 100, la disminución que se ha dado en la tasa de cambio real durante más de un año seguido ha implicado en la práctica una sustancial reducción de los ingresos para el sector agrícola colombiano y una importante pérdida de competitividad cambiaria internacional.
En el caso del sector azucarero, en el año 2004 los menores ingresos por la revaluación superaron los $164,000 millones (más de US$60 millones), suma a la que se le agregarían los menores ingresos de 2005 por este mismo efecto. Vale la pena recordar que, por ejemplo, el sector azucarero entre 1991 y 1996 dejó de percibir ingresos por valor de 1 billón de pesos de 2004 (US$480 millones); en esa época, muchos productos agrícolas del país vieron descender su producción como consecuencia de los menores ingresos obtenidos por las ventas, además de la pérdida de mercado interno por la entrada al país de bienes más baratos.
Por los motivos señalados, no se debe despreciar el efecto de una tasa de cambio en declive por un tiempo prolongado, aun cuando ella sea una tasa real alta frente a años anteriores; tampoco es motivo de desatención el hecho de haberse registrado mejores precios de productos agrícolas internacionales en
2004. Esto último lo que indica es que se desaprovechó dicha coyuntura favorable de precios que hubiese
servido para llevar a cabo proyectos de modernización en distintos sectores productivos y aliviar la crisis que viven miles de familias que dependen de la actividad agrícola a lo largo y ancho del país.
Por último, es fundamental mencionar que el análisis del impacto de la tasa de cambio real de largo plazo de Colombia debe hacerse comparativamente frente a otros países productores agrícolas. Es evidente, por ejemplo, el efecto negativo de la revaluación para el sector azucarero colombiano cuando se aprecia este indicador frente al de su competencia internacional, es decir, frente al grupo de los mayores exportadores mundiales de azúcar.
En la Gráfica 5, se observa el índice de tasa de cambio real de cada uno de estos países, incluyendo Colombia; en dicha gráfica se puede apreciar que, desde 1990, la mayoría de ellos devaluó sus monedas
en términos reales; en cambio, Colombia sólo empezó a recuperarse desde 1997, para regresar de nuevo a una tendencia revaluacionista en 2003. Si bien dicha tendencia en 2004 fue común en prácticamente todos los países de la muestra, se dio más pronunciada en Colombia que en los otros países, con excepción de Brasil. Este último país, sin embargo, puede darse el lujo de revaluar más pronunciadamente sin perder competitividad de manera significativa, pues tuvo una larga y acentuada devaluación real desde 1997 hasta 2002, lo que en buena medida le permitió ganar el puesto agrícola que hoy en día ostenta.
Son bastantes, pues, los retos que enfrenta el país frente a la internacionalización. Pero para esto se requieren: un fuerte trabajo sectorial y regional junto con el respaldo de la región y todos sus estamentos
frente al gobierno nacional; el logro de un tratamiento adecuado en términos de acceso a Estados Unidos y protección mediante mecanismos que compensen las políticas de subsidios y ayudas internas que dicho país no elimine; la defensa gubernamental de los intereses de los integrantes del Cluster del Azúcar tal como Estados Unidos defiende los suyos; que Colombia aproveche la posibilidad de diferenciarse por su difícil situación interna y que eso se refleje en los temas de comercio; que se fortalezca el desarrollo de la agenda nacional en asuntos como seguridad democrática, tasa de cambio competitiva, fortalecimiento y preparación de las aduanas; que se fortalezca la agenda regional en lo relativo a la infraestructura y logística del principal puerto de Colombia en el Pacífico, Buenaventura, además de los proyectos de infraestructura vial y de comunicaciones de la región. |
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